Tal y como indica el título de este post, la visita al Delta del Ebro fue totalmente inesperada, pero no por eso poco planificada y preparada. Al frente de todo estaba mi mujer, sufridora y cómplice de mí segunda mayor pasión (la pesca), la primera me vais a permitir que la guarde para mí, aunque ya os la podeis imaginar. Con ella al mando, no hay duda de que ningún cabo quedará al azar.
No voy a descubrir a estas alturas que el Delta, es uno de los paraísos para cualquier pescador deportivo, tanto desde embarcación como desde costa. Como colofón a mí regalo de cumpleaños, estaba organizada una jornada de pesca en este lugar tan emblemático y en mi caso, poco visitado a pesar de la relativamente escasa distancia a la que estamos.
El objetivo era bien sencillo y se cumplió con creces tan solo con llegar al lugar de pesca, ¿que más se puede pedir? un lugar excepcional donde los haya y una compañía inmejorable, el tema pesca si no hubiese funcionado, pues tampoco hubiese pasado nada. Pero dentro de lo que cabe, la cosa no se dió del todo mal, a pesar de que las capturas fueron muy abundantes, los tamaños fueron contenidos.
Doradellas, corvinas, jureles e incluso una anjova acudieron a su cita. Echamos de menos la captura de alguna lubina, pero por las fechas en las que fuimos y el estado totalmente en calma de la mar, hacía algo complicado el engañar a esta esquiva especie, aunque todo llega...