Hace unas semanas me llevé una soberana sorpresa en forma de doradón, en el
último lance que hacía.
Tal y como ya he ido apuntando en los últimos posts, estamos teniendo
jornadas de todo tipo, desde días de ausencia total de capturas, como días en
que más o menos vamos tocando algo. Las doradas siguen estando muy reacias a
entrar, pero la lectura positiva que hago es que no han desaparecido, como por
estas fechas y hablo a nivel particular me ha sucedido en ejercicios
anteriores.
Mi compañero Carmelo y el que suscribe volvíamos a las andadas, después de
varias semanas en que no coincidíamos en un pesquero. Con la entrada del viento
de Levante decidimos ir a una muy buena playa, que con unas condiciones de mar
agitado e incluso fuerte, nos puede brindar una de aquellas picadas de infarto,
los verrugatos y las doradas si están, suelen deleitarnos con buenas cargadas
en las cañas.
Con las cañas en acción de pesca la tarde discurría sin ningún tipo de
señal, la lombriz y el llubarré que eran
los cebos con los que empezamos la jornada salían intactos, no era un mal
indicador.
Con el paso de las horas y ya de noche una de mis cañas marcaba picada. Una
de las Split que tenía cebada con llubarré se le destensaba la línea del
carrete y después de unos instantes saqué la primera captura de la jornada, se
trataba de un pequeño sargo de apenas un palmo que se fue devuelta al agua.
Tocaba volver a revisar los engaños ya que continuábamos pescando con cebo
blando, por lo que la más mínima entrada de la morralla dejaría nuestros
anzuelos al descubierto. A si que sin más dilación, los dos nos dispusimos a
revisar por última vez todas las cañas que teníamos en el agua. Una mala
ejecución en el lance, me hizo dejar la caña que tenía más a la derecha a poco
más de 100 metros de la orilla, con la línea totalmente en diagonal, no era
problema porque estábamos solos en la playa y no molestaba a nadie. Sin mucha
fe me dije que no la recogía y que así se quedaba, a pesar de no estar muy
convencido de que en esa distancia me entrase ninguna pieza de buen tamaño.
Mientras estábamos charlando una de las cañas de Carmelo marcaba picada y
acto seguido, otra de las mías también hacía lo mismo. Uno por un lado y el
otro por el otro trabajábamos sendas piezas, un par de doradas que rondaban el
kilo de peso. En mitad de la recogida aprecié que la caña que estaba “mal
lanzada” una Shangrila Pro, tenía el puntero demasiado recto, pero cómo estaba
en diagonal pensé que era un efecto por la posición de la caña. Conforme me
acercaba a dónde tenía el cebo y dispuesto a desanzuelar la dorada que acababa
de sacar, una fuerte sacudida me hizo ir rápidamente a por la Shangrila.
Nada más cogerla una carrera del pez me hizo temer lo peor, ya que aunque
dejé el freno con el punto justo para que no se rompa la línea, la sacudida fue
bastante violenta. Después de unos largos instantes de tira y afloja, sin saber
muy bien de que pez se trataba, todo apuntaba a que podía ser un buen verrugato,
por las carreras hacia los lados y la violencia con la que se movía y liberaba
línea del carrete. Pero para nuestra sorpresa lo que se había tragado el
llubarré y el anzuelo que escondía, era una buena dorada que pasaba de los 2kg.
Me hizo pasar un rato de lo más divertido y sinceramente, disfruté como hacía
tiempo no lo hacía con uno de estos animales.
El llubarré es un cebo infalible si no hay morralla |
A veces nos obsesionamos con lanzar a grandes distancias y es cierto, que
por norma general por allí rondan los ejemplares más grandes, pero como me
sucedió no siempre es así.