miércoles, 20 de junio de 2012

Una jornada de "pleno al quince"


En el mundo de la pesca acertar de pleno en todos los aspectos, siendo honesto, creo sinceramente que es casi imposible. No obstante en algunas ocasiones, los astros se alinean para que alguna jornada roce la perfección.
Hace unos días tuvimos ocasión de disfrutar, de una de esas noches que tardas tiempo en olvidar. Aprovechando una tarde algo nublada de domingo, decidimos ir al pesquero con la intención de iniciar la jornada con la luz del día. Teniendo en cuenta, que los bañistas ya habrían puesto tierra de por medio, al llegar a la playa, decidimos ponernos a la izquierda de otro pescador, que ocupaba un buen trozo de arena.
El estado de la mar era perfecto, algo de oleaje sin llegar a levantar muchas crestas, el agua algo turbia en la zona más cercana a la orilla y más clara, conforme la distancia de la costa era mayor. Cuando las cañas sólo llevaban un rato caladas, los pescadores que habían llegado antes que nosotros, desistieron de esperar más la entrada del pescado y decidieron concluir su jornada, crasso error. Aún no había empezado a oscurecer y con este movimiento, la zona de pesca se liberaba de presión y nosotros disponíamos de más espacio para pescar.
Empezar con buen pie la jornada es importante, pero no definitivo, si bien es cierto que con un inicio como el que tuvimos, la noche prometía ser larga y entretenida. Antes de que llegara la noche ya habíamos cogido tres buenas doradas, dos mi compañero y una yo. Hicieron la entrada por sus cañas, que eran las que más a la izquierda estaban, para paulatinamente desplazarse hacia la derecha y empezar por las mías. Las primeras salieron con cebos blandos, dos con lombriz catalana y otra con llobarré, cebos que con la entrada de la noche y la acción de la morralla substituimos por tita de palangre.
Después de un rato de inactividad, segunda entrada, dos de mis cañas tenían picada prácticamente de manera simultánea. Mientras desanzuelaba una buena dorada que había sacado con la primera caña, veía como la línea de la otra caña se iba destensando, síntoma inequívoco de que al otro lado había pescado. Tras cebar y lanzar, tocaba recoger la caña para ver si continuaba allí, lo que de inmediato pude comprobar por el martilleo habitual con el que nos deleitan las doradas. A pesar de estos momentos de un cierto frenesí, las picadas se fueron espaciando en el tiempo. Con un marcador parcial a mi favor de dos a tres (jugaba en campo contrario), le tocaba el turno a Carmelo que con otra buena dorada, volvía a establecer el empate. La entrada de los tallahams (anjovas) parece que aletargó algo la actividad, además de que también supuso un par de cortes de línea. Pasado un rato pudimos comprobar que los peces continuaban en la zona, herreras, sardos, una pequeña lubina y 4 buenas doradas más (dos cada uno) fueron el resultado total. Sin duda una noche inolvidable, en la que el acierto fue de pleno al quince y nunca mejor dicho.

martes, 12 de junio de 2012

Reencuentro con las doradas


Regresamos a la normalidad o por lo menos eso parece. Las playas dejan poco a poco de ser territorio mayoritariamente surfcaster y empiezan ya a poblarse de bañistas deseosos de sol y baño.
Así que no nos queda más remedio, que iniciar nuestras jornadas cuando en las playas ya no hay peligro de “enganche”, respetando los horarios de uso de las mismas.
No todo tiene porque ser negativo, coincidiendo con el inicio de la temporada de baño, lo normal es que estas zonas estén delimitadas por las esperadas boyas o balizas de señalización. Para nosotros los pescadores de orilla es un hecho importante, ya que se pone límite de una manera oficial, a la entrada de barcas de pesca y también recreativas, que en según que zonas hacen su particular agosto en esta época.
En Junio hemos empezado con buen pie, si los resultados de los meses de Abril y Mayo fueron bastante nefastos en cuanto a capturas, por escasez y por tamaños. En lo que llevamos de este las cosas han evolucionado a mejor.
Una de nuestras playas habituales de pesca, La Pineda, nos brindó una de esas tardes en las que uno no se queda indiferente. Mi compañero y yo no habíamos hecho más que empezar a pescar, cuando en una de sus cañas hubo una carga espectacular, al momento y con la caña ya en la mano, notó que el pescado, probablemente una dorada, no se había quedado clavado, primera picada fallada.
En menos de cinco minutos otra de las cañas de Carmelo, volvía a delatar una bonita picada, esta vez y después de unos minutos de tira y afloja una preciosa dorada de tamaño XL, reposaba sobre la arena. La tarde empezaba de manera inmejorable, doradas activas y de buen tamaño, sin todavía haber oscurecido.
Después de un período de calma, se reanudaba la acción, esta vez quienes aparecían en escena eran las anjovas, con sus inconfundibles e indeseables pasadas. Como el lema que está ahora de moda de que no hay dos sin tres, esos fueron los cortes de línea que tuvimos.
Al poco rato una de mis cañas, precisamente una Split de Kali-Kunnan que un compañero me había dejado para que la probase, era la que se arqueaba violentamente incluso dejando salir hilo del carrete. Estaba lanzada relativamente cerca,  andaba buscando alguna lubina o dorada que rondase por detrás de un bancal de arena, que levantaba una buena espuma. La cuestión es que el pez que se encontró con el anzuelo, no mordió de manera decidida el gusano de funda y nos dejó con un gran sobresalto en el cuerpo.
Después de un rato más de espera, dimos por concluida la jornada, con suerte dispar para los dos.
Lo mejor estaba sin duda por llegar y nos sucedería días más tarde, pero esto lo dejo para otra entrada.