jueves, 24 de octubre de 2013

Port de la Selva, una jornada de rockfishing


 
Durante las pasadas vacaciones, pudimos disfrutar de una jornada a rockfishing, en una de las zonas más privilegiadas del litoral catalán, la Costa Brava norte.
Aprovechando unos días de descanso en Cadaqués y ante la cercanía de un buen lugar de pesca como es la población del Port de la Selva, decidimos aventurarnos a ver que nos depararía una jornada matutina, en busca de cualquier especie que se cruzase en nuestro camino.
 

Después de unas cuantas paradas, decidimos el enclave dónde nos íbamos a pasar las próximas horas. Se trataba de un lugar accesible, cómodo y que siendo sincero, inicialmente no apostaba que nos diese el resultado que al final nos acabó dando, no por el tamaño de las capturas, pero si por el rato tan divertido y la espectacularidad de alguna de las picadas.
El recuerdo de esta zona en la que ya había estado pescando anteriormente, era que sus afiladas piedras, tanto en el interior del mar como en tierra, hacían que la merma de material fuese considerable, sin perder de vista también que un traspié te podría ocasionar un serio disgusto.
Por lo tanto opté por arriesgar con dos de las cañas, así que mis dos Marsico iban a trabajar una zona rocosa con algunos claros cercanos, con un aparejo de plomo corrido, al que iría unido un anzuelo chinu de Mustad del número 4 con un buen americano.

 
La otra caña que decidí montar fue una telescópica de 4.5 metros, concretamente  una antigua Adriática de la marca Renzo Valdieri, con la que en mí época de rockfisher había disfrutado de lo lindo, viendo como se arqueaba cuando un buen tordo, buscaba su agujero o el algar cercano, la historia se volvía a repetir pero los protagonistas iban a ser otros…

Con esta última caña busqué una zona limpia, exactamente la entrada a una pequeña playa en la que a escasa distancia, había alguna que otra piedra. El montaje fue muy parecido al que había utilizado con las otras dos cañas, plomo corrido de menor tamaño debido a la acción más contenida de la telescópica y una cameta de casi dos metros, esta vez utilicé para el empatillado fluorocarbono del 0.25mm al que uniría un anzuelo Sode a Mustad (H.D. Carbon Fune de Duel), por tratarse de pesca diurna y en zona de arena.

Un fondo rocoso lleno de vida
 
No transcurrió mucho rato cuando la Adriática delataba la primera picada, un ligero y continuo tintineo del puntero, al que siguió una buena carga, me hicieron tomar la caña y trabajar la primera pieza. Se trataba de un bonito sargo, que no dejó pasar la ocasión de llevarse un buen almuerzo. Volví a lanzar aproximadamente en la misma zona, mientras en las cañas que tenía más a la izquierda y pescando en fondo más rocoso, la actividad era prácticamente nula, salvo alguna picada de raspallones o vidriadas, la misma caña volvía a tener algo al otro lado de la línea. Esta vez la picada fue violenta y la caña se empezó a arquear rápidamente, al ser un caña blanda el efecto era espectacular. Un pagel había sucumbido al engaño, no sería el último, ya que las siguientes capturas fueron de la misma especie y en la misma caña. Es alucinante como pelean estos animales y no me deja de sorprender, que no siendo la mejor época del año para ir en su busca, aparezcan de manera tan precoz y con relativa abundancia.

Insisto en que no hubiese apostado nada, por ese minúsculo y cerrado lugar de la playa, en el que creía que no pasaría ni un pescado, pero cuando se pesca hay que probarlo todo…



 

domingo, 6 de octubre de 2013

Madrugada de doradas


 
Durante las últimas semanas he estado algo desconectado del blog, no por ello he dejado de ir de pesca.
Hace unas semanas me llevé un alegrón de los grandes, porque el resultado de la noche fue mucho más fructífero de lo que me esperaba.
Dudaba a que playa ir ya que la previsión del tiempo no era la mejor, empezaba a entrar Levante y con él las nubes y un cambio sustancial del estado de la mar, por lo que las algas también podían aparecer en escena.
Mi idea era bajar a la playa al filo de la medianoche, una hora intempestiva que me permitiría aguantar hasta el amanecer y ver si las doradas, en la salida del sol estaban activas.

Antes de ir al pesquero decidí darme una vuelta por la playa, en este caso el lugar elegido era La Pineda, por lo que al tenerlo a escasa distancia de casa me fui a ver en qué condiciones estaba el mar y si la playa estaba muy concurrida. Mi sorpresa fue mayúscula cuando al llegar vi que había un concurso y que la única zona de playa que quedaba más o menos libre era la central, personalmente la que menos me gusta. Pregunté a unos conocidos que tal iba el concurso y me comentaron que al otro lado de la playa, esa misma tarde habían tocado buenos ejemplares de dorada, lo que me confirmaba que mi elección podría ser acertada.
Pasada la medianoche llegaba a la playa y tal y como ya había pensado antes, me fui directo al centro de la misma, dónde prácticamente no había nadie a mi alrededor. El incipiente oleaje de Levante me transmitía buenas vibraciones, pero como ya sabemos a veces sólo se queda en esto, porque los peces a lo mejor no están muy receptivos o porque no acertamos con la distancia a la que comen.
Monté en los carretes bobinas cargadas con Tsunami Pro en un grosor del 0,16 y los anzuelos del número 2 del modelo Chinu de Mustad. Para su empatillado usé hilo Amnesia del 3.6, dado que es sumamente dúctil y que en condiciones de oleaje nos brinda unas prestaciones excepcionales.
Después de tres horas sin actividad y en la que los cebos salían casi intactos, la primera caña delataba picada. Con la línea totalmente destensada estaba claro que algo había pasado por allí, al dar  más de una veintena de vueltas de manivela y no recuperar la tensión, cada vez tenía más claro que las anjovas (tallahams) habían hecho su primera pasada y el primer corte de línea era una realidad. En la siguiente hora y media tuve dos picadas más de este tipo, por lo que la apatía empezaba a hacer acto de presencia y la moral cada vez estaba más minada. Los cebos que llevaba esa noche eran llubarré y tita de palangre, como el primero siempre ha dado muy buenos resultados, era con el que mayoritariamente cebaba las cametas. En un lance un poco “a la aventura”, detrás de uno de los bancales que marcaba el oleaje sobre los 110 metros, tuve una impresionante picada que hizo que el carrete empezase a soltar hilo, mientras con cara de asombro esperaba a poder sacar la caña de la pica. Tras unos minutos de tira y afloja y a escasos 40 metros de la orilla, dónde apenas había treinta centímetros de agua, vi la cola de una preciosa dorada que metía el morro contra el fondo tratándose de liberar, cosa que no consiguió.

Me sorprendió un poco la cercanía a la que había tocado este ejemplar, lo que me hizo corregir los siguientes lances. Posteriormente otra picada destensaba el puntero de mi Split Surf de Kali Kunnan. En los primeros instantes pude volver a comprobar,  que se trataba de otra dorada que resultó ser muy parecida en cuanto a tamaño, de la que hacía poco más de tres cuartos de hora que había cogido.

 
Un acusado parón me hizo plantearme el recoger mi equipo e irme, pero pronto iba a amanecer  y no podía perderme tan mágico momento, aunque no me diese más pescado, a fin de cuentas ya estaba más que satisfecho con las dos piezas que llevaba. Con oscuridad total y sin todavía ver despuntar el sol, otra picada me puso en jaque, esta vez se trataba de una dorada kilera que acabó de redondear tan larga noche.

La llegada del amanecer no me ofreció ninguna sorpresa, salvo la aparición de los primeros paseantes y bañistas que me hicieron dar la jornada por concluida, con un muy buen sabor de boca.