La última salida de pesca en embarcación, iba encaminada a tentar a las
doradas lejos de la costa. A pesar de tener un concurso de la liga social a
surfcasting por la tarde, me decidí a salir un rato por la mañana, a ver si
éstas se mostraban activas.
Sin realizar grandes preparativos la tarde anterior, salvo empatillar unos
cuantos anzuelos en vistas de cómo estaría el mar, tenía claro que mi objetivo
la mañana siguiente, serían las de la “frente dorada”. Una pesca de espera y
tranquila, que me permitiría disfrutar del mar sin mucho trajín. La dosis de
stress ya la tenía reservada para la
tarde, en forma de concurso.
Solté amarras tarde, conectar la
electrónica (GPS, sonda, radio, etc.) preparar cañas en el puerto, colocar cañeros y tener ya a mano, todos
aquellos accesorios que se necesitan durante la jornada, lleva un rato. Sin
prisa pero sin pausa, me dirigí al caladero, esta vez quería probar en un nuevo
punto, para tener otros lugares de referencia en caso de ir bien la jornada.
Además, por no “quemar” el último que visité y en el que como ya expliqué en
otro post, nos dio unos resultados magníficos.
Una vez en el sitio, una ligera brisa de levante presagiaba que la mañana
de pesca se podía acortar, como al final acabó sucediendo. Aún así las condiciones
del mar eran óptimas para probar. Una vez realizado el fondeo, sólo quedaba
cebar los anzuelos y calar las cañas a diferentes distancias, para abarcar
mayor espacio y detectar antes, la posible entrada de nuestras comensales. Se les
ofrecía como plato único americano, que mi padre tenía guardado de jornadas
anteriores.
La espera se hizo larga, muy larga, la actividad fue nula durante varias
horas. No había morralla, un buen indicador, el cangrejo tampoco comía, por lo
que los cebos salían intactos en cada revisión. Así que sólo hacía falta
paciencia, pero en su justa medida, ya que no siempre acaban apareciendo.
Cerca ya del mediodía y en vistas del éxito y de cómo iba arreciando el
viento, me dispuse a dar por concluida la jornada. Cuando iba a sacar del agua
la última caña, noté como el sensible puntero de la Tica Sengoku delataba una
ligera picada, indudablemente al tenerla ya en la mano, comprobé que al final
de la línea había un pescado.
No tengo mucha experiencia en sacarlas desde embarcación, pero actúan de
manera similar a la de otros grandes peces. Se dejan llevar, dando algún
cabezazo de vez en cuando, hasta que empiezan a ver o percibir la silueta de la
embarcación, entonces sacan a relucir todo su poderío e intentan zafarse del
anzuelo. En este caso un Chinu de Mustad del número 1, empatillado con el
fluorocarbono H.D. Carbon Fune de Duel, en un diámetro del 0,28.
En estos momentos hay que tener paciencia y sacar el máximo rendimiento a
los equipos que utilizamos, un plus de suerte y veremos a nuestro objetivo
en la bañera de la embarcación…
Con esta captura en los últimos instantes, me di por satisfecho y puse fin
a la jornada.