Con la llegada del buen tiempo aparecen por nuestro litoral, toda una serie
de especies que pueden dar al traste o no, con nuestros mejores deseos.
Básicamente estoy hablando de herreras, obladas, jureles, vidriadas u otras especies de escaso porte, que se
instalan durante un buen tiempo y que en según que zonas, nos condicionan a la
hora de intentar pescar los ejemplares que realmente buscamos, doradas, lubinas
y de manera esporádica algún verrugato.
No les quiero quitar valor, porque realmente en muchas ocasiones y ante la
falta de actividad de los grandes ejemplares, pueden hacernos pasar una jornada
de pesca de lo más divertida.
Detrás de estos peces que habitualmente son de costumbres gregarias,
aparecen otras especies con hábitos alimenticios algo más voraces. Me refiero a
las anjovas, que con prisa y además sin pausa, han hecho acto de presencia en
las últimas semanas por innumerables zonas del litoral catalán y que
evidentemente, no nos van a abandonar hasta que finalice el verano y entre el
otoño.
Hay playas en que por su tipología o ubicación son un verdadero territorio
anjovero. Las hay en que por su proximidad a puertos y escolleras, les facilita
el encontrar su sustento. Otras por quedar protegidas al abrigo de temporales o
en ensenadas y que por su riqueza, en especies de pequeño tamaño, se
transforman en sus mejores apostaderos de caza. También las hay que son zonas
de paso para ellas y que por lo tanto, no están exentas de su acción
depredadora.
Lo que muchos ya habréis intuido en este alegato inicial, es que
con semejante actividad, hay días en que resulta complicado o casi imposible,
capturar un buen ejemplar de dorada. ¿Quién no ha sufrido alguna vez la acción
de estos inoportunos visitantes?
Cuando deciden entrar en una playa hacen verdaderos estragos. No soy el más
indicado para hacer un análisis, de la afectación que puede tener su presencia
y la incidencia, sobre el resto de especies que habitan en una zona. Hay
opiniones de todo tipo al respecto, muchos pescadores creen que alejan el pescado,
otros que lo hace aproximarse a la orilla y los hay que literalmente creen que
los hace desaparecer. Por mi experiencia, diría que hay días en que se puede
dar cualquiera de estas opciones. En lo que si coincidimos, es que en cuanto
aparecen, nuestras cañas “saltan como muelles” y las roturas y las caras de
incredulidad se apoderan de todos los allí presentes, podremos optar por seguir
intentándolo o recoger y volver a probar otro día.
Ante esta inevitable situación, no nos queda más remedio que resignarnos y
cruzar los dedos, para que cuando nos topemos con un ejemplar de dorada, lubina
u otra especie esta sea de buen tamaño. Quizá así, podamos salvarla e
inmortalizarla en una foto sin ninguna dentellada, está visto y comprobado que
con ejemplares que rondan el kilo, no tienen miramientos y atacan sin
concesión.
Antes de esta entrada tan acelerada de depredadores, tuve la fortuna de
toparme en dos jornadas con nuestras amigas de la frente dorada. El primero de
los días y a pesar de un más que molesto viento de levante, clavé tres
ejemplares en un intervalo de tiempo de 1 hora. Con el oleaje que había, opté
por utilizar para las cametas como casi siempre, Hybrid de Yo-Zuri en 10lbs, lo
que equivale a 31/32 mm de grosor. El anzuelo con el que sucumbieron, fue un
Chinu de Mustad en un número 2, un anzuelo recio, acorde con el cebo que iba a
utilizar que fue llubarré.
En la misma distancia a la que buscaba las doradas, se cruzó una lubinita
que acabó de alegrarme la jornada, que sin duda fue excepcional.
Días después repetía escenario, pero no resultado. Con las cañas ya en
acción de pesca una de ellas se destensó paulatinamente, sin llegar a dejar la
línea en banda. Al iniciar la recogida y empezar a notar tensión, los
inconfundibles cabezazos de una dorada delataban al contrincante. Esta vez el
ejemplar era algo más grande, que los que había conseguido días atrás y sin
duda la lucha fue algo más intensa. Llevó al límite el equipo que utilizaba ese
día, la línea del 0.16 del modelo Tsunami Pro de Kalikunnan, con el que iba
cargado el carrete. Esta vez la caña era el modelo Matsuo de Tica, con un
puntero algo más duro de los que habitualmente suelo utilizar. El empatillado
era el mismo que usé en la jornada precedente, Chinu del 2 e Hybrid de 10lbs y
como cebo también llubarré.
Paulatinamente la racha se ha cortado, las capturas han escaseado o los
tamaños no han sido dignos de mención. También debo decir, que he diversificado
el tipo de pesca y las especies a las que he tentado, en siguientes entradas os
las cuento…