martes, 31 de julio de 2012

"Dichoso" verano...

Manel y su póker de doradas

Con el paso de los días y la experiencia de las últimas jornadas de pesca, cada vez me queda más claro. La actual campaña estival nada tiene que ver con la del 2011, en lo que respecta al surfcasting y en especial a la pesca de la dorada.
Si el año pasado en un porcentaje muy alto de salidas, acabábamos dando con las doradas, en lo que va de verano éstas andan muy dispersas. Playas en las que por estas fechas ya salían en cantidad y de buen tamaño, parece que ahora estén yermas.

Hay que tener también muy presente, que el inicio de año también fue totalmente atípico, ya que en los meses fríos las de la frente dorada seguían estando ahí, un hecho poco normal.
Durante  todos estos meses hemos peregrinado por muchas y diversas playas. Playas hondas, playas poco hondas, con fondos mixtos, con fondos solo de arena y también playas de las llamadas “exigentes”, en las que si quieres obtener resultados, debes conseguir generalmente lances largos. Pero a pesar del empeño puesto, hasta el momento los resultados han sido infructuosos.
¿Qué conclusión podemos extraer de todo esto?, pues que todavía no están. Que aún no han entrado francas en las playas y que no se encuentran a tiro de nuestras cañas. No obstante no vamos a bajar los brazos y dejar de seguir buscándolas, pero quizá lo que si que habrá que hacer, es cambiar un poco el registro y alternar las jornadas de espera y pesca lenta, por jornadas de entretenimiento y entrenamiento de cara a próximos concursos. Pasaremos a tentar especies que aún siendo también escasas, abundarán algo más y darán un buen juego en estos meses estivales, véanse herreras, roncadores, obladas, etc.
 
Jonathan con una buena captura

Recompensas como la de estos compañeros, a día de hoy son complicadas, pero no imposibles.

martes, 10 de julio de 2012

Surfcasting, un día de prueba

La última salida a surfcasting fue un tanto especial. Después de muchos meses sin acompañarme por los arenales (los meses fríos pasan factura), mi inseparable compañera  se dejaba engatusar por un servidor.
Cómo prácticamente en todas las playas se da la misma situación, escasea el pescado y más aún las piezas de cierto porte, me decidí a ir a una playa que está relativamente cerca de casa. Un lugar en el que el entorno y el paisaje son idílicos y en la que en otras temporadas, nos ha dado algunas doradas.
Fuimos al atardecer, nada más llegar al lugar y como es habitual en estas fechas, la arena estaba todavía bastante concurrida por bañistas. Al cabo de un rato de espera y viendo que paulatinamente había menos concurrencia, empezamos a montar cañas, sin prisa pero sin pausa.

El mar estaba en las condiciones ideales, un ligero viento de Garbí rizaba la superficie. Al llevar soplando desde la mañana, había levantado cierto oleaje, el suficiente para hacerme pensar que alguna dorada daría la cara.
Todas las cañas estaban caladas con cebos blandos, llobarré y lombriz catalana, dejando para más tarde la tita de palangre, si los anzuelos salían limpios después de un rato en el agua.

La primera revisión de cebos, llegó aproximadamente al cabo de media hora. Mientras cebaba de nuevo una de las cañas, “mi espía” me avisaba de que en una de las cañas, parecía que había picada. Un ligero movimiento del puntero, que podía ser originado por el oleaje o por alguna alga enganchada en la línea, nos puso alerta. Algo rondaba por allí, ya que la picada se produjo prácticamente al instante. Una espectacular carga arqueaba la caña, así que en vistas del panorama, solté la aguja y el gusano y me fui como un cohete a sacar la caña del soporte.


A veces sucede, que después de una gran picada y una dura lucha, uno cree que traerá a la madre de las doradas, pero una vez se vislumbra la silueta no siempre es así. Sin duda el tamaño a veces no lo es todo, muchas veces una dorada kilera planta más batalla que una entrada en kilos, como fue lo que sucedió.
Como anécdota, que no es la primera vez que me sucede, les tuvimos que decir a dos señoras que paseaban por la orilla, que por favor no pasasen por delante de mí que llevaba un pescado. Esto siempre sucede cuando ya ves la pieza, en esos momentos críticos en los que intentas poner el pescado en la ola, que la dejará ya a tus pies en la arena.

Pasadas un par de horas dimos por concluida la jornada,  aunque en vistas de cómo empieza el verano nos fuimos más que satisfechos.

domingo, 1 de julio de 2012

Herreras, ¿dónde se "esconden"?

Desde hace bastante tiempo, he percibido que por mis habituales zonas de pesca, las capturas de mabras/herreras son cada vez más escasas.
Es cierto que al no ser un pez que alcance grandes tamaños, otra especie como es la dorada ocupa el objetivo principal de mis jornadas de pesca. Esporádicamente y con los cebos que utilizo para la captura de doradas, se clava alguna mabra pero, muy de vez en cuando.
Por la zona de Tarragona hay playas denominadas "mabreras", en las que años atrás, en una buena noche podíamos hacer una pesquera, de las que guardar en el recuerdo durante mucho tiempo.
Recuerdo un día en la que después de que todos los bañistas hubiesen abandonado la playa, debió entrar un banco tremendo que no dejó de hacer pasadas y que me dieron un trabajo extra. Aquella noche por más que intentaba tensar las líneas y dejar los punteros curvados, no había manera, era tal el frenesí que una vez caía el plomo y ponía la caña en el cañero, esta empezaba a quedarse totalmente recta delatando la típica picada de estos peces. Durante cerca de tres horas y mientras tuve cebo la actividad no cesó, sin duda fue una noche excepcional.
Lo que hace un tiempo parecía algo relativamente sencillo, pescar unas cuantas mabras, de un tiempo a ahora se ha convertido en una misión imposible.